lunes, 27 de marzo de 2023

Zarzas ensombrecidas

Las pisadas del nómada continúan
hundiendo poco a poco sus pies
en el barro que la senda ahorma,
sin darse cuenta, el fango petrolífero
ha manchado sus piernas, éstas flaquean
e impactan sus rodillas contra el suelo.

Sus manos se manchan de la sustancia,
su piel se torna oscura, de sus manos
nacen mezquinas garras atravesando su carne,
del suelo crecen zarzas oscuras que le rodean,
espinas venenosas, desde las grietas violáceas,
se unen a los tallos ensombrecidos.

Su mente se fractura, se fragmenta cual espejo
desentendido de su reverso, sus ojos se encharcan
en la ira y en la frustración, y sus colmillos desenfrenados
cometen los impensables actos más allá del horizonte,
el nómada paralizado alza su mirada y siente el peso
del sol negro en su espalda, siendo así pisoteado.

Las abrasantes llamas le queman las grietas
las zarzas se prenden, se sumerge en la oscura bruma
que le rodea, impidiendo que vea nada más
que el vacío y la oscuridad absoluta,
por un breve instante ve un brillo dorado, una pluma
la cual aviva un ínfimo destello en su cegada mirada.

Pupilas caleidoscópicas

Se hace la oscuridad y el silencio,
se escucha el sutil sonido de una gota
caer en el agua, el sonido de cristales
quebrándose inunda la estancia solitaria.

Fragmentos de vidrio de variopintos colores
se juntan como piezas de un rompecabezas
fusionan sus grietas y se forja la unión de estos
concibiendo así un vitral iridiscente.

Las pinturas y tintes cobran vida, deseo, emoción,
se mueven y danzan a placer por el vitral
dibujando una imagen, relatando una historia
dando fuerza a las letras prisioneras del papel.