Castillo del espectro

Azotado por la desazón,
trémulo ante la niebla,
densa y oscura,
reconozco su silueta.

Solemnes e incorpóreas ilusiones,
de ellas objeto de burla,
me indicaron el camino,
¡Oh, glorioso castillo en ruinas!
¡Cuan acogedora es la oscuridad!

Mas os encontré en los lugares
más inhóspitos de alegría,
más ignotos de la tristeza,
¡Oh silueta sombría, venid,
se acabó vuestra soledad!

Rodeado por al niebla,
aceptando su espectro,
triste y desechada,
recordé como sonreír.

Lujuria dorada

En aquel austero tugurio
alejado de la estación, apoyada
una silueta de dorados
cabellos y esbelta figura.

Lágrimas del cielo se funden
y se ahogan en silencio, acompañan,
entre trago y trago, las palabras
de ambrosía que emiten sus labios.

¡Cuan arduo fue el camino!
¡Cuan dulce fue la lujuria
del cuerpo candoroso!

Mas fue el despertar del rubí,
rubí maltrecho por el viento marchito
de la primavera que lo ejecutó,
despertó un pecho y a su latido.

Poeta maldito

De un hombre y una mujer
nació el poeta maldito,
cargado de versos de amor,
de melancolía y libertad,
atados estos a su alma.

Letras tintadas, emociones
ocultas tras el papel,
¡Dulce maldición,
la más deseada miel!

Pilar de vida austera,
de gritos y humillaciones
constantes, vida de títere,
amargado cual seco limón.

Pilar de vida sin norma,
dejando atrás las manos
de los hilos cortados,
¡Tiene alas de golondrina!

Harto de amores prófugos,
efímeros y esquivos
cual felino desconfiado,
harto de pérfidos amores.

Extasiado del amor idílico
que soñó, caricias cálidas
de excelso deleite, miradas
candorosas y lujuriosas.

De un hombre y una mujer
nació el poeta maldito,
cargando deseada maldición,
mas la pluma y el tintero
son mi maldición de ambrosía.

A los harapos desgarrados

Situada en un rincón
de este sórdido tugurio,
de meretrices heridas,
de almas achispadas,
pretendes a una pena,
a una sombra dejar atrás.

Acunando tormentas de hielo,
sollozos amargos cual hiel,
llantos en la taciturna noche,
noche en el lúgubre lugar
en el cual son ignotos.

Pesan los pesares
en esferas cristalinas,
pesan heridas lágrimas
de ardor perdida, asaltada,
maltratada e arrancada.

Cortan los besos indolentes
sus labios, candorosos y secos
cual desierto devastado, ellos
los culpables de la catástrofe,
del infierno de arena escamada.

Mas se acentúan los desgarros
del harapo, cual cirios pálida
tez asoma, cual oscura silueta
tu cabellera oculta tras de sí,
tiempos malditos de antaño.

Bestias de la noche

Ilusión Irrisoria,
por muros, blancos
y puros, cobijo
de cuchillos sangrantes.

Veo por el asfalto
almas, en su espalda
cuchillos ahondados,
en ella la herida
con rastro de dolor.

Sonrisas inefables,
lágrimas asesinadas
y luz perdida,
por deleites heridos
del escarchado impudor.

Pícaros y bestias
se ocultan tras la noche,
tras los lupanares, aguardan
la víctima para el asalto,
para su carne desgarrar.

Ilusión irrisoria,
a pícaros y bestias
da cobijo, arrancar,
su fin, la luz del alma,
alma que se carcome.

¿Cómo pudiste, pérfida ilusión,
quemar este árbol intangible?
¡Los cuchillos como combustible
usaste, para acabar con la función!

Temor al ideal

Concebir un deseo ansío,

de la flor sentir su brío,

de la flor sentir su calor,

de la flor su excelso amor.

Teniendo ideal como sueño

y en las noches taciturnas,

una sombra nace de tumbas

pasadas, amenazando el cuello

de un alma de luz apagada.

La oscura silueta se esconde

tras una cárcel de huesos,

esperando a la luna, ¡Amanece!

gritan las oscuras garras,

con ganas de cazar, ¡Amanece!

Pues cae la noche, recorre

el miedo todo mi cuerpo,

pues la idea ya no es deseada,

por terror a heridas desgarradas

por la fúnebre sonrisa. 

Mas el ideal cálido,

de primavera agradable brisa,

brisa de dulce mimo,

mimo que se tornó ácido

cual viejo e amargo vino.

Mente en lupanar atada,

lugar de lúgubre recuerdo

y deleites hórridos,

que el impío acuerdo

llena de dolor mórbido.

Pues la flor aterroriza

el alma candorosa,

¡Cuanto pavor, herida

de sombra, voz cautivadora!

Calles fúnebres

Almas negras habitan
en cuerpos de carne,
aguardando la noche,
para que su ponzoña
haga de ellas carroña.

Amanece la noche,
intenciones pérfidas
que llenan, de pérdidas
e irrisorias ilusiones,
sus deleites inefables.

Despierta el día,
en las calles carroña
maltratada, taciturna
lápida en el lecho,
lecho de seda fina.

Víctimas de la melancolía,
de la asaltante nocturna,
vil foco en noche oscura
que enardece las garras,
oscuras e afiladas.

calles iluminadas por hastío
de, por garras, heridas
del alma, almas quejumbrosas
de dolor ignoto, engaño
origen de callejón sombrío.

Mas una fúnebre sonrisa
posa en su tez pálida,
manipulando, cual rebaño
su pastor, a esta crisálida,
resultando fútil polilla.

Sepultura del recuerdo

Voy camino al postigo,
anhelando pétalos de antaño
y recuerdos taciturnos
del estío, heladas lunas.

Ayer, atravesé el postigo
y recordé, con las tumbas
y las ahondadas emociones,
sus esmeraldas son pasado.

Hoy, me esperan tinieblas,
tinieblas llenas de hastío,
hastío de sepultura canciones,
al recuerdo hacen temblar.

Mas es hora de cerrar,
hora de dejar los nocturnos
recuerdos, recuerdos del estío,
recuerdos encerrar en celdas.

Con llave cierro el postigo,
anhelando pétalos de antaño
y recuerdos taciturnos
del estío, heladas lunas.

Melodía desgarrada

Un tacto caramelizado
roza suavemente mi piel,
con una melodía de miel,
de sus labios, cautivado.

En frente, un vestido rojo,
roja la flor del pecho,
roja la pasión del lecho,
mas innegable es el hecho,
que de color rojo, voy cojo.

Pues el ansia por el ideal,
el ideal rojo de ensueño,
con el candil risueño
en esta noche de sueño,
candiles iluminan el ideal.

Mas las garras y su corrupción,
cortan las alas y las hacen caer
en demencia, pues dejo de creer,
pues veo el rojo ideal fallecer,
las garras destruyen la canción.

Un tacto helado,
escarcha mi piel,
melodía de hiel,
de las garras, aterrado.

Fortaleza helada

Una fortaleza, sombría
y desolada, está rodeada
de murallas y congelada,
¿Quién a ella llegaría?

Se hallan en los muros
guardias que atacan temerosos
a las presencias ajenas,
el buitre observa, miradas,
y paciente espera en el muro,
mostrar desea el ojo oscuro.

Pues las presas de ojos puros
sienten del animal, ojos amorosos,
pues en su alma se ríen hienas,
las perlas acaban empapadas,
garras oscuras, promesas de miel,
dulce angustia, amarga hiel.

Una fortaleza, sombría
y desolada, está rodeada
de murallas y congelada,
¿Quién a ella llegaría?

Mas la fortaleza desea,

de la tormenta su estallar,

del hielo de granizo su caer,

de la sangre del alma su dolor,

desea desaparezca del prado

de flores, el hielo derrotado.

Mas la fortaleza desea,

de sangre de vida su regar,

de flores del campo su crecer,

del jardín recuperar su color,

desea aparezca dama de noche,

ser dueños de la luna, de la noche.

Una fortaleza, sombría
y desolada, está rodeada
de murallas y congelada,
¿Quién a ella llegaría?

El alma y su muro

Un alma rodeada
de una barrera de acero,
translucida e invisible,
se halla en el recipiente
por azar del destino.

Tras tiempo sin el muro,
tras tiempo expuesta
y, tras experiencias,
fue fruto una protección,
una protección sin grietas.

Infranqueable en la distancia,
pero el asedio consentido
es posible si esta alma
abre las puertas del castillo
fruto de un acuerdo de paz.

Un alma rodeada
de una barrera de acero,
translucida e invisible,
se halla en el recipiente
por azar del destino.

Colmillos nocturnos

Cuando la luna amanece
sus colmillos se acercan
y sus garras, con ansia,
arañan mi corazón.

Cuando la luna está presente
se acentúa la presencia
de la ausencia presente
en la oscuridad del alma.

Cuando la luna duerme
y el sol amanece,
la oscuridad se oculta
por miedo a ser cazada.

Cuando el sol está presente
la oscuridad se oculta
tras un manto de luz
que la mantiene protegida.

Cuando la luna amanece
sus colmillos se acercan
y sus garras, con ansia,
arañan mi corazón.

Claro de luna

El claro de luna
ilumina la arena
en la que la pena
y los lamentos abruman.

Pues siento las caricias
de las gotas de lluvia
que en mi alma habitan
y hace pesado mi andar.

Pues añoro las delicias
de su dulce cantar,
esas melodías que evitan
que domina la lluvia.

El claro de luna
ilumina el alma,
transmite luz y calma
y evapora la lluvia.