Candelabros lúgubres rodean ataúd
donde yace el pilar que dio vida al poeta,
fuegos fatuos de tonalidad morada iluminan
con una tenue luz el alma desvanecida del pilar.
Voces quebradas y mares de tristeza
inundan la sala, sin poder apagar
las purpuras llamas que acechan,
para dar partida al periplo del alma.
Miradas perdidas y almas rotas,
llegan, ocultas tras la coraza, las verdades,
verdades tardías y frustradas, en el nicho
nacen sin derecho a actuar, solo a contemplar.
Mas su alma se ha desvanecido, ha partido
hacia el viaje, aquel que solo los que abandonan
el plano terrenal tienen derecho a seguir,
un camino lleno de paz y liberación.