Apareció a mi lado una tumba
y sentí las lágrimas mis mejillas
inundar, un anillo en mi anular,
húmedo por la tumba y roto.
Me dejó una montaña dorada,
pero no tenía valor alguno
en un pecho sangrante y triste,
quería desprenderme del dolor.
Durante el proceso, le conocí,
conocí al alquimista sanador
que forjaría otra sonrisa en mi,
que forjaría un anillo inoxidable.
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