Bosque iluminado,
caballo alado
valiente y luchador,
siempre de frente, sin mirar el pasado,
por la senda una flor,
con dulce aroma y gran pudor.
Aquella flor crecía
y su aroma desprendía,
todo aquel que la olía
se llenaba de alegría.
Poco a poco se marchitaba,
él que plantó la semilla
ya no estaba,
la abandonó, y se fue a Sevilla.
Así fue como marchitó
aquella bella flor,
y como acabó
un bonito amor.
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