sábado, 5 de noviembre de 2022

La costanilla del pánico

Durante su peregrinaje, los pasos
de las almas se detienen, frente a ellas
se alza la roca etérea, pero tangible,
que impide que pueda avanzar,
se espesa la enigmática niebla
y las antorchas clarifican las dudas.


Ante su figura se alza la ciudad ocaso

donde la noche es sangrienta y subyuga al día

con sus desoladoras y desgarradoras zarpas,

donde la neblina es cegadora y las lúgubres calles

carcomen tus anhelos, apagan tu mirada, la vacían,

el deteriorado acero forma el puente hacia el horror.


Una vez cruzado, se derrumba y deja al caminante atrapado,

éste avanza intranquilo por las calles llenas de musgo olvidado

y de las zarzas de púas carmesíes, de las que aún se escucha el llanto

que todavía no ha cesado, siguiendo las llamas de la cordura

te guían hasta la costanilla que desciende, ¿Qué ves allí abajo?

¿Qué forma tiene esa masa petrolífera y viscosa que se mueve?


Las temerosas huellas se acercan al ser y éste toma la forma

que nos atormenta allá donde vayamos, aquel demonio

que te persigue a todos los lugares, aquel maletín clandestino

que te consume y no puedes darle la espalda, dudando

de si la sangre de la hoja es tuya o de si son tus manos

las que empuñan el cuchillo que atraviesa tu carne.


Puedes correr y vagar por las aceras de la ciudad,

intentando que ese monstruo caiga en letargo eterno,

aguardando el momento de que la sangre deje de brotar

y de nutrir a las zarzas, esperando que el dolor desaparezca.

Puedes enfrentarte a su indómita mirada o también 

puedes seguir el camino sin mirarle, ¿Qué ocurre entonces?


El camino se torna agreste, hostil, intentando llevarte de nuevo

al lugar donde debes afrontar a la bestia que clava sus colmillos

y trunca las sendas de huida que tú mismo eliges,

puedes terminar con su presencia,

puedes clavarle el cuchillo en el corazón,

pero tal vez... ¿Puedes aceptar su presencia y hacerla tuya?


Una vez desvanecido, se abre el camino, la roca etérea

se desvanece en compañía de la aterciopelada brisa

brindando una nueva tierra que descubrir y explorar

con sus ojos iluminados, gracias a la ciudad del ocaso,

con su visión expandida, gracias a la marabunta cegadora,

con un fragmento más de lo que forma su singular esencia

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