miércoles, 6 de abril de 2022

Escisión en la meseta

De las profundidades del espeso bosque, emerge su silueta,
revestida con el grisáceo pelaje del cánido protector
y armada con las garras del etéreo cazador,
fija su mirada en la senda que le muestra la meseta.

En su periplo, encuentra la mística e arcaica rueda del sino
en mitad de dos caminos: el ascendente hacia la arboleda;
y el descendente hacia la costa. Postrada sobre la rueda,
la tejedora observa y analiza los pasos de la figura,
siendo, de las fluctuaciones de los hilos, juez y testigo.

Desde la meseta, observa la senda de la costa, donde perdura
el dulce cantar de la brisa que os susurra al oído,
las caricias del oleaje que alivian al rubí cohibido.
Sentada frente al basto océano, hay una loba albina
encandilada por el eclipse del ocaso en el horizonte.

Desde la meseta, observa la senda del la arboleda, donde susurran
las tentaciones, y las zarpas de las bestias carnales
nublan tus sentidos, te atrapan con sus colmillos amables,
se encuentran, esperando a la figura en lo alto de la colina,
y examinan a su presa con lujuria.

La silueta contempla las sendas, y la guerra se desata,
entre las garras de la bestia que ansía desgarrar a sus presas
y el rubí carmesí con anhelo del calor de los latidos de antaño.
La silueta contempla las sendas, y da un paso al frente,
se desvía hacia la senda ganadora del interno conflicto.

La tejedora asiente y con sus hilos, gira rueda de obsidiana,
un estruendo sorprende a la senda perdedora,
la sombra, con determinación, observa como a cada paso
esta se desvanece y da vitalidad al camino vencedor.

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