¿Hasta dónde hubiera llegado
aquella silueta en la sombra
si no hubiera extendido
su brazo hacía la luz?
El emperador torna sobre sí mismo
y observa a la fiel corte que le ha aconsejado
y guiado en sus decisiones, en quienes ha depositado
su confianza y ha confesado sus más oscuras vivencias.
¿Qué hubiera sido de esa pluma y su tinta
si no hubiera sentido el papel
el suave y cándido abrazo del sonido
ni la cálida brisa de las palabras?
El emperador dirige su mirada al pueblo
aquel que no perdió la fe ni le temió
a las adversidades abisales que atacaban
y atentaban contra el equilibrio del reino.
¿Hubiera nacido el monarca de entre las sombras
si el poeta hubiera ignorado ese alarido en la costa?
¿Se habrían abierto las puertas del templo arcano
aún sin la presencia de los fuegos fatuos?
El emperador dirige su mirada al espejo
y lo encuentra trizado a sus pies,
éste observa el trono y se acerca a él
portando sobre su cabeza, la corona arcana.
¿Hubiera despertado el emperador
sin la presencia del monarca en el templo?
¿Hubieran tomado forma la tinta del poeta
sin una mano que aceptara a la sombra?
El emperador se sienta en el trono
por los vitrales del templo entra la luz
que disipó la tormenta, convergiendo
sobre su corona y el emblema de su casta.
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