observa el extenso horizonte celeste
escucha la historia del sol y la luna.
El Oeste contempla el Este,
percatándose de la luna vestida
con enigmáticos ropajes negros y rosados,
cubriendo su rostro con un delgado velo.
Se escuchan los pasos del cazador
y retumba el oleaje tras recibir la sacudida
de la arboleda y las rocas ahogarse
al rechazar su tentadora senda.
El ocaso presencia la creciente,
la brisa del viento retira su fino tul
y desvela su mirada, desnuda una fracción
de la esencia que emanan sus esmeraldas.
Se siente la paz de las olas
chocando contra la pálida y cristalina
arena de la playa donde sus ojos
intercambian la melodía del alma.
El sol observa el cuarto creciente,
embelesado por el etéreo misterio
que tanto le ha fascinado y cautivado,
que tanto le ha hecho medrar.
Se percibe el calor de las llamas
de la hoguera donde conversan
de la hoguera donde se desenmascara
la pureza oculta y apresada tras el rubí.
El día vislumbra la noche carmesí,
y la luz cae sobre éste,
brindando la sentencia
de todas sus incógnitas.
Se divisa la esencia real
de la silueta grisácea,
emanando de su núcleo liberado,
siendo el pelaje albino detonante.
no a cualquiera, espera a la luna de hielo,
aquella sobre cuya cueva se posará
e influirá en el oleaje y la marea.
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