viernes, 1 de diciembre de 2023

El santuario del eclipse

Finalmente llega el nómada, 
atravesando la neblina de las nubes,
al corazón de los dominios del caos
allí donde mora la eterna tormenta.

Delante de éste emerge un etéreo puente
que atraviesa la bruma violácea que cubre y rodea
el abismo bajo los tablones translucidos,
el nómada empieza a seguir la pasarela
dudando y temiendo a cada pisada
reviviendo y rememorando cada historia.

Algunas láminas se rompen y caen al vacío
otras se tornan de colores variopintos
otras se tornan negras y se escucha
el fútil sonido de una llave quebrada.

De las decisiones del nómada nace la tinta
que mancha los tablones del puente,
la estructura empieza tornarse del color del oro,
su fulgor despeja los atormentados cielos
y desvela la presencia de la dama violácea
siendo espectadora y juez del ritual de la luna.

De los tablones emergen oscuras zarzas
que intentan atrapar los tobillos del caminante,
mas no logran alcanzarlo siendo antes carbonizadas
sin dejar rastro tan siquiera de sus raíces.

Tras un rugido gutural, de las profundidades del abismo,
nacen violáceos látigos que se mueven erráticamente
hacia las cicatrices del nómada, siendo en vano su intento
de reabrir las heridas que ya han sangrado y ya han sanado,
no le detienen, éste sigue avanzando, y a la par,
la dama de la noche desciende hacía el caminante.

Los abalorios de su vestido resuenan con sus pasos 
y forman escalones que la llevan allá donde se encuentra
la llameante obsidiana, la violácea tela lentamente
se cristaliza y se graba en el santuario del eclipse.

Confiado y seguro de su determinación finalmente alcanza 
el otro extremo del puente, gigantescas puertas se alzan ante él,
con dos grabados esculpidos en piedras preciosas:
la figura del día esbozada con negra obsidiana,
la silueta de la luna detallada con violácea amatista,
ambos resplandecen y se escucha un gran estruendo.

Se escucha el tintineo del vidrio a los pies del nómada,
éste mira la tierra y se percata de que en su tobillo
se encuentra atado un hilo de la tejedora, y en el atrapados
se encuentran fragmentos de vidrio que relatan su travesía.

El nómada devuelve su mirada hacía la entrada del santuario,
recogiendo esos pedazos rotos y juntándolos, formando así
un vitral de colores policromáticos que al completarlo,
éste se funde en la espalda del caminante y emprendiendo
la senda hacía el interior del templo del eclipse,
decide aceptar los sacrificios y riesgos que conlleva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario