en la morada del dragón blanco,
oprimido y estrangulado por las suaves manos
de aquellos que le han consentido con desdén
y soltado a las bestias del mundo estando desarmado.
En esta ocasión se apodera de él
el hastío y la impotencia de ser
aquel que ha sido mimado y desatendido,
es entonces cuando aprecia la distancia
que hay entre éstos y su presencia.
La figura escamada se enfurece
y escupe las llamaradas durante años cautivas
por el bienestar y equilibrio fingidos,
carboniza con sus palabras a aquellos
que con su tenue voz le engatusaron.
Ellos le buscan e invaden el espacio
que éste ha creado para sí mismo,
asedian la paz que ha logrado alcanzar
y dudan de su autonomía y supervivencia,
pues no logran ver su endurecida piel.
La silueta serpenteante entra en su pensamiento
y se percata de su error, accedió a olvidarlo todo
cuando el bienestar parecía real, pero lo recordó
cuando se desvelaron, cuando mostraron la verdad
tras el falso velo, siendo éste incapaz de condonar.
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